Catalina Suárez Marcaida nace en Sevilla en 1495 y muere en Coyoacán el 1 de noviembre de 1522; primera esposa de Hernán Cortés, por el que es acusado de su misteriosa muerte.
Hija de Diego Suárez Pacheco y de María Marcaida. Hermana de Juan Suárez. Prima de Juan Suárez de Peralta. Tía del cronista Juan Suárez de Peralta.
Era asmática.
En 1502 su hermano Juan Suárez de Peralta viajo a la Española.
En 1509 sus padres emigraron a la Isla La Española como acompañantes del séquito de Diego Colón. Ella y sus hermanos los alcanzan un año después.
Juan Suárez de Peralta afirmó que era hijadalgo y no dudó en hacerla descender de la casa de Niebla, de los duques de Medinasidonia y del marqués de Villena.
Al poco tiempo se traslada a Cuba como dama de compañía de María de Cuéllar (prometida de Diego Velázquez de Cuéllar, el conquistador de Cuba), viviendo en la casa de su hermano Juan, en Baracoa.
Al poco de la boda falleció su señora y, cuando sus prendas se vendieron en almoneda, Juan Suárez adquirió algunas para Catalina, con las que renovó su imagen y consideración.
Conoció a Hernán Cortés, y aunque no tenía dote, se casan en 1515 en la villa de la Asunción de Baracoa. No tuvieron hijos. Pasaron más de dos años, tiempo en el que permaneció en casa de su hermano.
Se instalaron en Santiago.
En 1516 Hernán Cortés era alcalde ordinario de Santiago, gozaba de la confianza de Diego Velázquez y de buenas relaciones en la Isla de Cuba.
A fines de 1518 Hernán Cortés asume la dirección de la armada que le confió Velázquez.
En 1519 cuando Hernán Cortés emprendió su viaje hacia nuevas tierras, dejó al hermano de Catalina, Juan Suárez al cargo de todas sus empresas y de su hacienda en la Isla de Cuba, encomendándole vender sus bienes para saldar las deudas que había contraído al armar su flota.
Su situación en Santiago, durante la ausencia de Hernán Cortés, no fue fácil pues, de la noche a la mañana, perdió el favor de Diego Velázquez, sobre todo cuando se supo que Francisco de Montejo y Alonso Hernández Portocarrero habían hecho escala en la isla sin darle cuenta de la suerte de la armada, y se embargaron algunos de sus bienes para el cobro de las deudas contraídas por su marido.
Juan Suárez fletó un barco y fue en auxilio de Hernán Cortés, mientras que Catalina se quedaba en Cuba. Juan Suárez capitaneaba el navío que desembarcó en México en vísperas de la famosa Noche Triste, el 30 de junio de 1520.
Tras la toma de Tenochtitlán, por orden de Hernán Cortés, Juan Suárez regresó a la Isla de Cuba a buscar a Catalina.
En el verano de 1522 su llegada a la Nueva España, fue accidentada. El navío, en vez de arribar a Veracruz, obligado por el mal tiempo, atracó en Ayagualulco; ella y sus acompañantes fueron hasta Coatzacoalcos, desde donde, hasta reunirse con su marido, la escoltaron Gonzalo de Sandoval y otros caballeros. Tras un viaje de unos 600 kilómetros llegó a la casa de Hernán Cortés en Coyoacán. El recibimiento fue solemne. Su marido iba en medio de los jinetes; delante de ellos una treintena de hombres de su guarda, a pie, en formación, quienes, cuando se produjo el encuentro desenvainaron las espadas y las pusieron al hombro.
El viaje desde Cuba a México afectó a su salud.
Por ese tiempo la Malinche había dado a luz a Martín Cortés, el primer hijo varón de Hernán Cortes. Fue una de las mujeres que participaron en la conquista de México.
El matrimonio se instaló en Coyoacán. Se rodeó de un amplio servicio del que formaron parte mujeres indígenas y algunas de las esposas de los hombres de Hernán Cortés; entre ellas Ana y Violante Rodríguez, camareras, o la joven doncella Juana López.
Tanto en Cuba como en México, sufrió algunos desmayos.
El 1 de noviembre de 1522 en una noche de Todos Santos, el matrimonio Cortés ofrece una cena a sus amigos en su casona de Coyoacán; ella reclama al capitán Solís de tomarse la libertad de mandar sobre sus propios esclavos sin consultarla, el capitán, apenado, responde que el que los ocupaba no era él sino don Hernán, ella responde que en adelante nadie se metería con sus cosas, Hernán contestó ¿Con lo vuestro, señora? ¡Yo no quiero nada de lo vuestro!, ella enojada, abandonó la mesa y a los comensales; en sus aposentos lloró junto a su camarera Ana Rodríguez, y le confiaba que era muy infeliz; Hernán Cortés subió a la recámara matrimonial y trató de consolarla sin mucho éxito; a la media noche, una esclava india avisó a doña Ana que algo sucedía en la alcoba del matrimonio, ésta acudió a la recámara, abrieron la puerta y vieron que el Hernán Cortés sostenía en sus brazos su cuerpo y que presentaba moretones en la garganta; las cuentas de su collar de oro yacían sobre la cama deshecha; Ana preguntó a qué se debían esos moretones, a lo que Hernán respondió que la sostuvo del collar cuando su esposa se había desvanecido.
Hernán Cortés atribuyó el fallecimiento de su esposa a sus problemas de salud y así quedó registrado en la versión oficial.
Al amanecer, las campanas tocaron a muerto. Hernán Cortés mostró gran sentimiento por su pérdida y se apresuró a enterrarla en Coyoacán, muy pronto su cadáver, sin ni siquiera esperar a que lo vieran por última vez sus familiares.
El cronista Juan Suárez de Peralta, sobrino de Catalina, exculpó a Cortés de toda responsabilidad y dijo que murió de “mal de madre”, del que también fallecieron sus hermanas: Leonor, casada con Andrés de Barrios, y Francisca. Bernal dijo que fue de asma y otros que del “mal del corazón”. La única certeza es que, como el mismo Cortés reconoció, se acostó buena y amaneció muerta, de ahí los rumores que circularon. Hay que señalar que los testimonios sobre que Catalina.
7 años después, cuando Hernán Cortés se encontraba en Sevilla, la madre de Catalina, María de Marcaida y su hijo, Juan Suárez, denunciaron ante la Real Audiencia que el asesino había sido Cortés.
Su madre María Marcaida abrió dos juicios contra Hernán Cortés, en uno le acusaba del homicidio de su hija Catalina y en el otro le exigía los gananciales del matrimonio; la imputación no prosperó y el juicio se cerró sin condena a los pocos meses.
Su madre María de Marcaida, como heredera de Catalina, reclamó a Hernán Cortés la mitad de los bienes adquiridos durante su matrimonio, pleito que prosiguió al regreso del marqués del Valle a la Nueva España, sin acusarlo entonces de su muerte.
En 1534 cuando Hernán Cortés tuvo oportunidad de responder solo dijo: "Catalina murió de su muerte natural y era mujer enferma, que mucha veces le tomaba mal de corazón y se quedaba amortecida mucho rato, de manera que los que la veían pensaban que era muerta", y que él la quiso y honró mucho.
Su hermano Juan Suárez fue capitán de confianza de Hernán Cortés, participó en la pacificación de Michoacán, Jalisco y Oaxaca, recibiendo en compensación una encomienda.
Años después, sus restos fueron trasladados a la Capilla Mayor del Convento de San Francisco, y Hernán Cortés instituyó un aniversario por su alma en el Hospital de la Concepción de nuestra Señora (Hospital de Jesús).
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