martes, 2 de agosto de 2022

Luis Antonio Enrique de Borbón-Condé (1772-1804)

Luis Antonio Enrique de Borbón-Condé nace en Chantilly, Francia el 2 de agosto de 1772 y muere fusilado en el Castillo de Vincennes en las afueras de París, Francia el 21 de marzo de 1804; noble francés; duque de Enghien.


Hijo único hijo del duque de Borbón, Luis Enrique de Borbón-Condé (futuro príncipe de Condé) y de Batilde de Orleans.  Nieto de Luis José de Borbón-Condé, príncipe de Condé.  Primo del rey Luis XVI de Francia.  Último descendiente de la rama de Condé de la Casa de Borbón.  

En 1778 durante un baile de máscaras, se produjo un altercado entre su madre y el duque de Artois (hermano del rey Luis XVI).  Al amanecer en el Bosque de Boulogne, su padre se batió en duelo con el duque de Artois para vengar la afrenta.  Dos años más tarde su padre se separa de su esposa, culpable de burlarse de los Condé en una obra de teatro.   

En 1779 y con 17 años, se unió al Ejército de los Emigrantes organizado en Alemania bajo el mando de su abuelo, Luis José de Borbón-Condé, príncipe de Condé, y su padre Luis Enrique de Borbón-Condé, con el propósito de de marchar sobre Francia para restaurar el Antiguo Régimen.

En 1780 su padre Luis VI José de Borbón se separa de su madre  por la afrenta a su familia en la obra de teatro.

En 1789 a los pocos días de la caída de la Bastilla, junto con su padre huyó hacia los Países Bajos.  

En 1792 se convierte en jefe autoproclamado del Ejército Real Francés.  

Estuvo implicado en el intento de invasión de Francia junto a los ejércitos combinados de Austria y Prusia bajo el mando del duque Carlos Guillermo Fernando de Brunswick.  

El 2 de febrero de 1794 a pesar de la derrota, recibió de manos del conde de Provenza la Croix de Saint-Louis por su valeroso comportamiento.

En 1801 tras el Tratado de Lunéville, al disolverse el ejército, se instaló en Ettenheim, Baden, Alemania.

El 18 de febrero de 1804 se casa en secreto con la princesa Carlota de Rohan-Rochefort (sobrina del cardenal Louis-René-Édouard de Rohan), a la cual amaba profundamente.

Informado sobre un complot realista para asesinarlo, dirigido por el mariscal Georges Cadoudal y el exgeneral Jean-Charles Pichegru1​ y convencido de que el joven duque de Enghien formaba parte de este, Napoleón Bonaparte ordenó su captura.

Por la noche del 15 al 16 de marzo de 1804 junto con otras personas, fue arrestado por las tropas republicanas dirigidas por Armand de Caulaincourt.  El duque de Enghien fue llevado primero a Estrasburgo.  Después fue encerrado en el Castillo de Vincennes.  Fue puesto en manos de un consejo de guerra compuesto por siete coroneles, presidido por el general Pierre-Augustin Hulin.  En vano el duque de Enghien negó su culpabilidad.  Fue condenado a muerte.

Napoleón Bonaparte comete el que fue seguramente uno de sus peores errores:  el rapto del duque de Enghien; cuando poco después fue ajusticiado, su propio ministro de asuntos exteriores, Talleyrand, dijo:  "Es peor que un crimen:  es un error".  

En la madrugada del 21 de marzo de 1804 pocos meses antes de coronarse emperador, Napoleón Bonaparte ordenó la ejecución en los fosos del Castillo de Vicennes, del duque de Enghien.


Su cuerpo fue arrojado a una fosa a los pies del Pabellón de la Reina.

Su amada esposa Carlota de Rohan-Rochefort no se volvió a casar ni tuvo hijos.


En 1816 después de la Restauración, el rey Luis XVIII dispuso el traslado del cuerpo del duque de Enghien a la Sainte-Chapelle de Vincennes, bajo el monumento de Lenoir.  La tumba fue diseñada por Pierre Louis Deseine.


Napoleón III ordenó trasladarlo a un pequeño oratorio.  


En 1872 Jean-Paul Laurens recibió el encargo de plasmar en un lienzo el momento trágico de la ejecución en el cuadro de "La muerte del Duque de Enghien", que se exhibe en el Museo de Bellas Artes de Alençon.  



De la posición del protagonista, erguido, que acaba de cortar un mechón de su pelo y lo ha entregado, junto a su anillo de compromiso, a uno de sus carceleros para que lo envíen a la princesa de Rohan, su prometida.   

Junto al duque de Enghien, un perro al que nos atrevemos a atribuir las cualidades simbólicas de la fidelidad, frecuentes en el retrato de aparato cortesano en la Edad moderna.  El animal no se separa, pero gira ante el gesto decidido de dar la orden de disparo de quien está al frente del pelotón de ejecución.  También el can tiene su sombra. 

La luz del pantalón del duque de Enghien es quizá la expresión en blanco de la inocencia ante las manipuladas acusaciones políticas de un proceso irregular.  La expresión de su rostro mezcla la gravedad del momento con la incredulidad, pues se le negó la petición de derecho de gracia y otras elementales opciones de defensa jurídica.  












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