domingo, 23 de diciembre de 2018

Enrique I de Guisa "Le Balafré" (1550-1588)

Enrique I de Guisa "Le Balafré" (el Acuchillado) nace en Francia el 31 de enero de 1550 y muere asesinado por orden del rey Enrique III en Blois, Francia el 23 de diciembre de 1588; noble y héroe francés; III duque de Guisa; mandó a matar a Coligny por orden de Catalina de Médicis, porque estaba acercándose demasiado a Carlos IX, este hecho desencadenó la Matanza de San Bartolomé el 24 de agosto de 1572.  Su hermano Luis II de Lorena "Cardenal de Guisa" es asesinado al día siguiente.  

Hijo mayor de Francisco de Guisa y Ana de Este; nieto de Hércules II de Este, duque de Ferrara y Renata de Francia.  

Contrajo matrimonio con Catalina de Cleves, con quien tiene 14 hijos (Carlos, Enrique, Catalina, Luis, Carlos, María, Clauudo, Catalina, Cristina, Franciisco, Renata, Juana, Luisa Margarita y Francisco Alejandro).  

Lidereó el partido católico durante las guerras de religión de Francia.  

En 1575 en la Batalla de Dormans, las fuerzas católicas vencen a las fuerzas protestantes dirigidas por Enrique I de Guisa y capturan a Felipe de Mornay.  

En 1576 a la muerte del cardenal de Lorena se convirtió en el líder de la facción ultracatólica de la corte francesa, a la que organizó en la Santa Unión o Liga Católica.  

En 1584 a la muerte de Francisco (hermano del rey Enrique III de Francia), convirtió a Enrique de Navarra en el heredero al trono de Francia, dado que Enrique III no tenía descendencia.  

El 23 de diciembre de 1588 el rey Enrique III lo convocó a Blois donde fue asesinado.  Sus hermanos y otros líderes de la Liga Católica fueron perseguidos y ejecutados.  

El rey Enrique III no pudo evitar convertirse en el objeto del odio de los fundamentalistas de la Liga Católica que le condenaron a muerte;  un monje católico lo asesinó a cuchilladas el 2 de agosto de 1589.  

Con Enrique III murió el último miembro de la dinastía Valois y su enemigo, el protestante Enrique de Navarra se convirtió en el nuevo rey de Francia.  

El nuevo rey Enrique IV abrazó el catolicismo y dijo:  "París bien vale una misa".


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